miércoles, 24 de febrero de 2016

En aguas de caribe, caimán nada con la panza parriba El Cayapo

Dedicado a los casi 6 millones que durante 26 años hemos luchado a brazo partido por una idea que aún no existe, por un sueño, por un futuro, por una cultura en donde los vivos no sean estos esclavos en lo que nos convirtió el capitalismo. A los que hoy estamos más convencidos que nunca de que el presente capitalista no es una opción, que bien vale heredarle la vida a los que vendrán.

 
En la guerra revolucionaria perder o ganar batallas son nimiedades que circunstancialmente benefician a los sepultureros y otros rapaces de la vida, llámense empresarios, bachaqueros u otras alimañas. Pero a nosotros los pobres lo único que debe importarnos es el futuro sin clases.
Quienes soñamos con no ser la consecuencia que somos, no podemos andar culpando a los enemigos de nuestras derrotas, de nuestras incapacidades, de nuestros miedos, de nuestras miserias.
En toda guerra, cada enemigo busca debilitar antes y durante de cada batalla las fuerzas contrarias, mal puede un general, o sus oficiales (y aquí los generales y oficiales somos los pobres y la vanguardia que reconocemos), andar lloriqueando, preocupándose o diciendo a todo el que ve que su enemigo es malo porque tiene un cañón más grande, o sus medios propagandísticos son más efectivos, o que tiene más soldados o que tiene mucha influencia en nuestros soldados, o pidiéndole a todo el que ve, que le pida al enemigo que no nos dé tan duro o que sabe manejar mejor sus armas o que ha logrado controlar a su favor a las fuerzas timoratas o que por favor quítenme del lomo a CNN que son unos hijos de puta, o que los desertores deben ser buscados y halagados para que vuelvan a nuestras filas, que a los traidores no se les debe tratar como tales, porque entonces no nos van a querer más. Quien así piensa tiene las tres cuartas partes de la guerra perdida.
El deber de todo comandante y su estado mayor conjunto, después de cada batalla, es retirarse en el mejor orden posible. Cuando lo permiten las circunstancias, recomponer sus fuerzas, curar a los heridos, preparar pertrechos y vituallas, fortalecer la línea logística, dar aliento a la tropa, destacar a los esforzados, fusilar a los traidores, disciplinar a su ejército, estudiar y conocer a fondo el territorio, poner a tono su armamento, moralizar a sus soldados, infiltrar, confundir, desabastecer, sabotear las fuentes de abastecimiento, controlar los movimientos y las acciones del enemigo permanentemente, generar sistemas de propaganda que sirvan a las necesidades reales de sus objetivos, con códigos o claves no controlables por el enemigo, que sean claros para fortalecer las fuerzas propias y que generen desmoralización en las fuerzas enemigas, estar pendiente de los imponderables (ojo abierto y ojo cerrado mientras se duerme, cambios extraños en lo cotidiano, para tomar decisiones desde lo subjetivo, incluso desde el instinto, pero sin perder un segundo el profundo conocimiento de la realidad interna y externa) y, por encima de todo, saber escoger a su vanguardia de entre los mejores de su ejército, es esto con una buena estrategia y una buena táctica lo que producirá los resultados buscados.
La fuerza que propugna el cambio (su vanguardia) está en la necesidad de crear todos los mecanismos que hagan posible su existencia y de usar los existentes (en manos de la fuerza que muere) con máxima eficacia, buscando en esa contradicción la destrucción de los mismos (financiar la revolución, no administrar al capitalismo), mientras desarrolla sus propias estructuras, de otra manera corre el peligro de fortalecer sin darse cuenta a las instituciones que sostienen lo viejo.
La realidad siempre nos llevará la delantera en la terquedad de mostrarnos hechos y no ideologías
Por ejemplo, las fuerzas del cambio sin perder un segundo debemos dedicarnos a fortalecer el núcleo duro de casi 6 millones de personas que testarudamente, obstinadamente desde 1989 estamos dispuestas al cambio, hasta que nos convirtamos en vanguardia neutralizante de las fuerzas timoratas, y atemorizadora de las fuerzas reaccionarias.
Para ello debemos crear un destacamento de vanguardia (previa desnudez de las miserias que somos y manifestamos diariamente; porque esta vanguardia no debe ser una pandilla de cómplices, ignorantes, loros repetidores, ambiciosos, pantalleros, trepadores, que se organizan en un partido para repartirse el botín obtenido de la mina), una vanguardia altamente esclarecida, que por encima de todas las cosas muestre sin tachadura alguna, ante las grandes mayorías, una enorme conciencia práctica del desprendimiento, sin asomo de martirologios, ni heroísmos peliculeros, sin previas ideologías, con un cerebro bien fresco, con una disposición a poner en duda hasta lo pensado mismo, con un método de trabajo adaptado a cada circunstancia, con niveles de organización eficientes que, no disciplinadas a ciegas sino en lo exactamente necesario, que se muestre en los resultados. Que pueda acoplarse y desacoplarse en cada situación. Entendemos que no es "para ya" la propuesta, que es difícil, trabajoso, que no es mágico, pero debemos empezar desde ya a pensarlo.

La vanguardia de carne y hueso

Para muchos el problema de la vanguardia es un mero hecho ideológico, donde basta con que las personas repitan discursos, obedezcan órdenes, cumplan tareas, para que sea cónsono con el perfil, pero los procesos demuestran que las vanguardias son de acuerdo con las necesidades, y eso no es ni para bien ni para mal, es porque así ha sido, y así debemos verlo, y sobre ello actuar. La realidad siempre nos llevará la delantera en la terquedad de mostrarnos hechos y no ideologías.
La vanguardia siempre actuará a favor de los intereses que su práctica social le exige. Si en eso coinciden burgueses, pequeñoburgueses y proletarios, la vanguardia será policlasista (como lo ha sido la nuestra), en la medida en que cada uno va logrando sus intereses hará esfuerzos por detener el movimiento social, se tornará reaccionario. Esto, por ejemplo, explica el accionar de Peña, Miquelena, Cisneros, los dueños de El Nacional, por nombrar algunos, asimismo la conducta de miles de funcionarios de alto rango, que ante cada uno de esos momentos han obedecido al cumplimiento o disolución de planos e inicio de otros, convirtiéndose en insumos del basurero de la historia.
La vanguardia proletaria tiene ahora como tarea aclararnos la necesidad de crear nuestro propio pensamiento. Ya no podemos seguir actuando con ideas prestadas, en los proyectos y planes de otras clases; nosotros debemos crear lo distinto, la otra cultura.
La vanguardia debe discutir su tiempo y sus tareas basado en el análisis de la realidad, hoy es el tiempo de la batalla clara y simple entre lo individual y lo colectivo.
Trascender sustancialmente es una opción, la otra es ser aplaudidos ahora y olvidados para siempre
La vanguardia que sueña o pugna por lo colectivo tiene la gran e impostergable tarea de informar cómo se comporta lo individual y sus resultados, pero no debe hacerlo sobre supuestos ideológicos, sino sobre la realidad. Por ejemplo, debe decirnos a la mayoría que la única que puede resolver por vía del conocimiento de los problemas, es la mayoría misma. La vanguardia debe acompañarnos en la adquisición del conocimiento a las mayorías, debe ayudarnos a comprender su procesamiento, pero por encima de todo la vanguardia debe tener un sueño colectivo de país, de planeta. De otra manera repetirá historia y se diluirá como cualquiera de los miles de hechos anecdóticos que cotidianamente empobrecen a los pueblos. Y sobre todo a los pueblos que, como nosotros, somos mina con dueño.
El Congreso de la Patria es un buen punto de partida, en donde debemos encontrarnos todos, y ese encuentro debe planificarse para que no se repitan los viejos métodos de los cinco minutos: "le quedan dos, ya habló demasiado". El director de debate, la mesa directiva, la mesa de trabajo, dictaduras disfrazadas de participación protagónica en donde relucen los dictadores grandes o pequeños, a según sean los intereses que buscan o representan. Necesitamos un método en donde podamos escuchar, hablando todos, de todos los problemas.
¿Qué pasaría si en vez de estar pidiendo que nos llenen la barriga de la infinita necesidad, se financiara organizadamente con disposición política, en los campos, en las rancherías de pescadores, en las empresas del estado, en los barrios, centros de investigación, centros de conversas permanentes sobre el humanismo y sus consecuencias, sobre su aparato de producción, el capitalismo y sus consecuencias, sobre la posibilidad de otra cultura, sobre el cómo el pensamiento mágico, religioso, guerrero, ha mantenido estancada a la especie y ha destruido al resto de la naturaleza, como es que ese pensamiento fragmentario nos separa hasta el infinito, para protegerse del hambre el miedo y la ignorancia?
El apuro construyó este mundo poderoso, la otra cultura no puede sustentarse en ese mismo principio, los cementerios están repletos de gente muy apurada, de gente que todo lo quería para ayer.
Trascender sustancialmente es una opción, la otra es ser aplaudidos ahora y olvidados para siempre.
Este maravilloso laboratorio que es la revolución nos invita al ensayo, al invento, al error creativo. Todo está por aprender, todo está por ganar. Ni esperanzas ni utopías, los pobres somos el horizonte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario